GNOSIS
LA JERGA CIENTIFISTA
Por: samael aun weor
LA JERGA CIENTIFISTA
Por: samael aun weor
La dialéctica lógica
resulta condicionada y calificada, además, por las proposiciones "en"
y "acerca" que jamás nos llevan a la experiencia directa de lo real.
Los fenómenos de la
naturaleza distan mucho de ser como los científicos los ven.
Ciertamente tan
pronto un fenómeno cualquiera es descubierto, de inmediato se le califica o
rotula con tal o cual terminacho difícil de la jerga científica.
Obviamente esos dificilísimos
términos del cientifismo moderno solo sirven de parche para tapar la
ignorancia.
Los fenómenos
naturales en modo alguno son como los cientifistas los ven.
La vida con todos sus
procesos y fenómenos se desenvuelve de momento en momento, de instante en
instante, y cuando la mente cientifista la detiene para analizarla, de hecho la
mata.
Cualquier inferencia
extraída de un fenómeno natural cualquiera, de ninguna manera es igual a la
realidad concreta del fenómeno, desgraciadamente la mente del científico
alucinada por sus propias teorías cree firmemente en el realismo de sus
inferencias.
El intelecto
alucinado no solamente ve en los fenómenos reflejo de sus propios conceptos,
sino, además, y lo que es peor quiere en forma dictatorial hacer que los fenómenos
resulten exactos y absolutamente iguales a todos esos conceptos que se llevan
en el intelecto.
El fenómeno de la
alucinación intelectual es fascinante, ninguno de esos tontos científicos
ultramodernos admitiría la realidad de su propia alucinación.
Ciertamente los
sabihondos de estos tiempos en modo alguno admitirían que se les calificase de
alucinados.
La fuerza de la
auto-sugestión les ha hecho creer en la realidad de todos esos conceptos de la
jerga cientifista.
Obviamente la mente
alucinada presume de omnisciente y en forma dictatorial quiere que todos los
procesos de la naturaleza marchen por los carriles de sus sabihondeces.
No bien ha aparecido
un fenómeno nuevo, se le clasifica, se le rotula y se le pone en tal o cual
lugar, como si en verdad se le hubiese comprendido.
Son millares los
términos que se han inventado para rotular fenómenos, mas nada saben los
seudo-sapientes sobre la realidad de aquellos.
Como ejemplo vivido
de todo lo que en este capítulo estamos afirmando, citaremos el cuerpo humano.
En nombre de la
verdad podemos afirmar en forma enfática que este cuerpo físico es
absolutamente desconocido para los científicos modernos.
Una afirmación de
esta clase podría aparecer como muy insolente ante los pontífices del
cientifismo moderno, incuestionablemente merecemos de ellos la excomunión.
Sin embargo, tenemos
bases muy sólidas para hacer tan tremenda afirmación; desgraciadamente las
mentes alucinadas están convencidas de su seudo-sapiencia, que ni remotamente
podrían aceptar el crudo realismo de su ignorancia.
Si les dijésemos a
los jerarcas del cientifismo moderno, que el Conde de Cagliostro,
interesantísimo personaje de los siglos XVI, XVII, XVIII todavía vive en pleno
siglo XX, si les dijésemos que el insigne Paracelso, insigne facultativo de la
edad media, aún existe todavía, podéis estar seguros de que los jerarcas del
cientifismo actual se reirían de nosotros y jamás aceptarían nuestras
afirmaciones.
Sin embargo, es así:
Viven actualmente sobre la faz de la tierra los auténticos mutantes, hombres
inmortales con cuerpos que datan de miles y de millones de años hacia atrás.
El autor de esta obra
conoce a los mutantes, empero no ignora el escepticismo moderno, la alucinación
de los cientifistas y el estado de la ignorancia de los sabihondos.
Por todo esto en modo
alguno caeríamos en la ilusión de creer que los fanáticos de la jerga
científica aceptasen la realidad de nuestras insólitas declaraciones.
El cuerpo de
cualquier mutante es un franco desafío a la jerga científica de estos tiempos.
El cuerpo de
cualquier mutante puede cambiar de figura y retornar luego a su estado normal
sin recibir daño alguno.
El cuerpo de
cualquier mutante puede penetrar instantáneamente en la cuarta vertical y hasta
asumir cualquier forma vegetal o animal y retornar posteriormente a su estado
normal sin recibir perjuicio alguno.
El cuerpo de
cualquier mutante desafía violentamente a viejos textos de Anatomía oficial.
Desgraciadamente
ninguna de estas declaraciones podría vencer a los alucinados de la jerga
cientifista.
Esos señores,
sentados sobre sus solios pontificios, incuestionablemente nos mirarán con
desdén, tal vez con ira, y posiblemente hasta con un poco de piedad.
Empero, la verdad es
lo que es, y la realidad de los mutantes es un franco desafío a toda teoría
ultramoderna.
El autor de la obra
conoce a los mutantes pero no espera que nadie le crea.
Cada órgano del
cuerpo humano está controlado por leyes y fuerzas que ni remotamente conocen
los alucinados de la jerga cientifista.
Los elementos de la
naturaleza son en sí mismos desconocidos para la ciencia oficial; las mejores
fórmulas químicas están incompletas: H2O, dos átomos de Hidrógeno y uno de
Oxígeno para formar agua, resulta empírico.
Sí tratamos de juntar
en un laboratorio el átomo de Oxígeno con los dos de Hidrógeno, no resulta agua
ni nada porque esta fórmula está incompleta, le falta el elemento fuego, solo
con este citado elemento podría crearse agua.
La intelección por
muy brillante que parezca no puede conducirnos jamás a la experiencia de lo
real.
La clasificación de
sustancias y los terminachos difíciles con que se rotula a las mismas, sólo
sirve como parche para tapar la ignorancia.
Eso de querer el
intelecto que tal o cual sustancia posee determinado nombre y características,
resulta absurdo e insoportable.
¿Porqué el intelecto
presume de omnisciente? ¿Porqué se alucina creyendo que las sustancias y
fenómenos son como él cree que son? ¿Porqué quiere la intelección que la
naturaleza sea una réplica perfecta de todas sus teorías, conceptos, opiniones,
dogmas, preconceptos, prejuicios?
En realidad los
fenómenos naturales no son como se cree que son, y las substancias y fuerzas de
la naturaleza de ninguna manera son como el intelecto piensa que son.
La conciencia
despierta no es la mente, ni la memoria, ni semejante. Solo la conciencia
liberada puede experimentar por sí misma y en forma directa la realidad de la
vida libre en su movimiento.
Empero debemos
afirmar en forma enfática que en tanto exista dentro de nosotros mismos
cualquier elemento subjetivo, la conciencia continuará embotellada entre tal
elemento y por ende no podrá gozar de la iluminación continua y perfecta.
samael aun weor
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