GNOSIS
EL PUBLICANO Y EL
FARISEO
Por: samael aun weor
ORGULLO Y VANIDAD
Reflexionando un poco
sobre las diversas circunstancias de la vida, bien vale la pena comprender
seriamente las bases sobre las cuales descansamos.
Una persona descansa
sobre su posición, otra sobre el dinero, aquella sobre el prestigio, esa otra
sobre su pasado, esta otra sobre tal o cual título, etc., etc., etc.
Lo más curioso es que
todos, ya sea rico o mendicante, necesitamos de todos y vivimos de todos,
aunque estemos inflados de orgullo y vanidad.
Pensemos por un
momento en lo que puedan quitarnos.
¿Cuál sería nuestra
suerte en una revolución de sangre y aguardiente?, ¿En qué quedarían las bases
sobre las cuales descansamos?, ¡Hay de nosotros, nos creemos muy fuertes y
somos espantosamente débiles!
El "Yo" que
siente en sí mismo la base sobre la que descansamos, debe ser disuelto si es
que en realidad anhelamos la auténtica Bienaventuranza.
Tal "Yo"
subestima a las gentes, se siente mejor que todo el mundo, más perfecto en
todo, más rico, más inteligente, más experto en la vida, etc.
Resulta, muy oportuno
citar ahora aquella parábola de Jesús el Gran KABIR, acerca de los dos hombres
que oraban. Fue dicha a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban
a los otros.
Jesús el Cristo,
dijo: "Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era Fariseo y el otro
Publicano.
El Fariseo, puesto en
pie oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún
como este Publicano; Ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de todo lo que
gano.
Más el Publicano
estando lejos, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho diciendo:
"Dios sé
propicio a mí, pecador".
Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido". (LUCAS
XVIII, 10-14)
Empezar a DARSE
CUENTA de la propia nadidad y miseria en que nos encontramos, es absolutamente
imposible en tanto exista en nosotros EL CONCEPTO ESE DEL "MÁS".
Ejemplos: Yo soy más
justo que aquél, más sabio que fulano, más virtuoso que zutano, más rico, más
experto en las cosas de la vida, más casto, más cumplidor de sus deberes, etc.,
etc., etc.
No es posible pasar a
través del ojo de una aguja mientras seamos "ricos", mientras en
nosotros exista ese complejo del "Más".
"Es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de
Dios".
Eso de que tu escuela
es la mejor y que la de mi prójimo no sirve; eso de que tu Religión es la única
verdadera, la mujer de fulano es una pésima esposa y de que la mía es una
santa; Eso de que mi amigo Roberto es un borracho y que yo soy un hombre muy
juicioso y abstemio, etc., etc., etc., es lo que nos hace sentirnos ricos;
motivo por el cual somos todos los "CAMELLOS" de la parábola bíblica
con relación al trabajo esotérico.
Es urgente
auto-observarnos de momento en momento con el propósito de conocer claramente
los fundamentos sobre los que descansa.
Cuando uno descubre
aquello que mas le ofende en un instante dado; la molestia que le dieron por
tal o cual cosa; entonces descubre las bases sobre las cuales descansa
psicológicamente.
Tales bases
constituyen según el Evangelio Cristiano "las arenas sobre las cuales
edificó su casa".
Es necesario anotar
cuidadosamente como y cuando despreció a otros sintiéndose superior tal vez
debido al título o a la posición social o a la experiencia adquirida o al
dinero, etc., etc., etc.
Grave es sentirse uno
rico, superior a fulano o a zutano por tal o cual motivo. Gente así no puede
entrar al Reino de los Cielos.
Bueno es descubrir en
que se siente uno halagado, en que es satisfecha su vanidad, esto vendrá a
mostrarnos los fundamentos sobre los que nos apoyamos.
Sin embargo, tal
clase de observación no debe ser cuestión meramente teórica, debemos ser
prácticos y observarnos cuidadosamente en forma directa, de instante en instante.
Cuando uno comienza a
comprender su propia miseria y nadidad; cuando abandona los delirios de
grandeza; cuando descubre la necedad de tantos títulos, honores y vanas
superioridades sobre nuestros semejantes, es señal inequívoca de que ya empieza
a cambiar.
Uno no puede cambiar
si se cierra a eso que dice: "Mi casa". "Mi dinero".
"Mis propiedades". "Mi empleo". "Mis virtudes".
"Mis capacidades intelectuales". "Mis capacidades
artísticas". "Mis conocimientos". "Mi prestigio" etc.,
etc., etc.
Eso de aferrarse a lo
"Mío" a "Mí", es más que suficiente como para impedir
reconocer nuestra propia nadidad y miseria interior.
Uno se asombra ante
el espectáculo de un incendio o de un naufragio; entonces las gentes
desesperadas se apoderan muchas veces de cosas que dan risa; cosas sin
importancia.
¡Pobres gentes!, Se
sienten en esas cosas, descansan en tonterías, se apegan a eso que no tiene la
menor importancia.
Sentirse a sí mismos
por medio de las cosas exteriores, fundamentarse en ellas, equivale a estar en
estado de absoluta inconsciencia.
El sentimiento de la
"SEIDAD", (El SER REAL), sólo es posible disolviendo a todos esos
"YOES" que en nuestro Interior llevamos; antes, tal sentimiento
resulta algo más que imposible.
Desgraciadamente los
adoradores del "YO" no aceptan esto; ellos se creen Dioses; piensan
que ya poseen esos "Cuerpos Gloriosos" de que hablara Pablo de Tarso;
suponen que el "YO" es Divino y no hay quien les quite tales absurdos
de la cabeza.
Uno no sabe qué hacer
con tales gentes, se les explica y no entienden; siempre aferrados a las arenas
sobre las cuales edificaron su casa; siempre metidos en sus dogmas, en sus
caprichos, en sus necedades.
Si esas gentes se
auto-observaran seriamente, verificarían por si mismos la doctrina de los
muchos; descubrirían dentro de sí mismos a toda esa multiplicidad de personas o
"Yoes" que viven dentro de nuestro interior.
¿Cómo podría existir
en nosotros el real sentimiento de nuestro verdadero SER, cuando esos
"Yoes" están sintiendo por nosotros, pensando por nosotros?
Lo más grave de toda
esta tragedia es que uno piensa que está pensando, siente que está sintiendo,
cuando en realidad es otro el que en un momento dado piensa con nuestro
martirizado cerebro y siente con nuestro adolorido corazón.
¡Infelices de
nosotros!, Cuántas veces creemos estar amando y lo que sucede es que otro
dentro de sí mismos lleno de lujuria utiliza el centro del corazón.
¡Somos unos
desventurados, confundimos a la pasión animal con el amor!, y sin embargo es
otro dentro de sí mismos, dentro de nuestra personalidad, quien pasa por tales
confusiones.
Todos pensamos que
jamás pronunciaríamos aquellas palabras del Fariseo en la parábola bíblica:
"Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres", etc.,
etc., etc.
Sin embargo, y aunque
parezca increíble, así procedemos diariamente. El vendedor de carne en el
mercado dice: "Yo no soy como los otros carniceros que venden carne de
mala calidad y explotan a la gente".
El vendedor de telas
en la tienda exclama: "Yo no soy como otros comerciantes que saben robar
al medir y que se han enriquecido".
El vendedor de leche
afirma: "Yo no soy como otros vendedores de leche que le ponen agua a la
misma. Me gusta ser honrado".
La señora de casa
comenta en visita, lo siguiente: "Yo no soy como fulana que anda con otros
hombres, soy gracias a Dios persona decente y fiel a mi marido".
Conclusión: Los demás
son malvados, injustos, adúlteros, ladrones y perversos y cada uno de nosotros
una mansa oveja, un "Santito de Chocolate" bueno para tenerlo como un
niño de oro en alguna iglesia.
¡Cuán necios somos!,
pensamos a menudo que nunca hacemos todas esas tonterías y perversidades que
vemos hacer a otros y llegamos por tal motivo a la conclusión de que somos
magnificas personas, desgraciadamente no vemos las tonterías y mezquindades que
hacemos.
Existen extraños
momentos en la vida en que la mente sin preocupaciones de ninguna clase reposa.
Cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio adviene entonces
lo nuevo.
En tales instantes es
posible ver las bases, los fundamentos, sobre los cuales descansamos.
Estando la mente en
profundo reposo ulterior, podemos verificar por sí mismos la cruda realidad de
esa arena de la vida, sobre la cual edificamos la casa. (Véase Mateo 7 -
Versículos 24-25-26-27-28-29; parábola que trata de los dos cimientos).
samael aun weor
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